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Paz y D.H.
Farc retienen al Gobernador
A tres kilómetros de Caicedo, pararon la Marcha por la
No Violencia.
Anoche era incierta la suerte del Gobernador y su
comisionado de Paz.
Un delegado internacional y tres jerarcas de la Iglesia
fueron liberados.
Por Carlos Olimpo Restrepo
Medellín
Las Farc obstruyeron la marcha de la No Violencia a Caicedo y dejaron en vilo a miles de personas en el departamento ante el desenlace que, al cierre de esta edición, podía tener la retención del gobernador Guillermo Gaviria Correa, el comisionado de Paz, Gilberto Echeverri Mejía y el sacerdote Carlos Yepes.
Luego de cuatro días de dedicación, en los que primó el deseo por llegar al destino final: la plaza central de este municipio delOccidente antioqueño, los cerca de 1.000 marchistas se encontraron con el boicot del frente 34 de las Farc, a escasos tres kilómetros de la meta.
La zozobra empezó a vivirse desde que la comitiva inició el último recorrido desde Santa Fe de Antioquia, pues sabía que se enfrentaba al trayecto más difícil por la presencia subversiva en la región.
Pero en la tarde esa presencia fue real. A las 2:30 de la tarde, las primeras personas y, en especial, los medios de comunicación, llegaron hasta el sitio el Vaho, un pequeño caserío, ubicado a tres kilómetros del casco urbano, donde se encontraron con tres guerrilleros jóvenes que, de inmediato, impidieron su paso.
A las 3:00, el temor de muchos se hizo evidente. Un mando medio del frente pidió la presencia del Gobernador, por disposición de su superior, conocido con el alias de "El Paisa".
Luego de un corto intercambio de palabras, los guerrilleros solicitaron dos vehículos para trasladarse con el mandatario a la vereda La García, a una hora de camino de El Vaho, donde lo esperaría el jefe insurgente.
Gaviria Correa partió con el comisionado de Paz de Antioquia, Gilberto Echeverri Mejía; el representante del Centro de No Violencia Martín Luther King, de la Universidad Rhode Island, de Estados Unidos, Bernard Lafayette; el arzobispo de Santa Fe de Antioquia, monseñor Ignacio Gómez Aristizábal; el obispo auxiliar de Medellín, monseñor Jorge Iván Castaño; el obispo de Santa Rosa de Osos, monseñor Jairo Jaramillo Monsalve; el capellán de la Gobernación de Antioquia, Carlos Yepes, y otro sacerdote.
Antes de partir, los alzados en armas sólo dijeron que habría un corto diálogo con los delegados de la marcha y un posible contacto, vía radio, con miembros del Estado Mayor de las Farc.
En la mañana, antes de partir, el mandatario seccional habló con los periodistas e insistió en que no se trataba de una protesta contra las Farc sino de una manifestación contra la violencia, sin importar de dónde viniera.
Estuvo tranquilo, a pesar de que era fuerte el rumor de que el grupo guerrillero haría algo para boicotear la marcha, pero se mostró optimista así ocurriera, por considerar que la convocatoria y el hecho de haber llegado hasta ese punto y haber llamado la atención de miles de personas garantizaban, a esa hora, el éxito de la movilización.
Cuando Gaviria Correa partió rumbo a La García, las cerca de 1.000 personas entendieron que la marcha estaba no sólo obstruida sino saboteada, de modo que decidieron quedarse en el Vaho hasta recibir noticias concretas sobre la suerte del Gobernador y sus acompañantes.
La espera fue menguando el ánimo y la ansiedad se convirtió en un sentimiento común, pues en voz baja todos comentaron el temor de que ese diálogo terminara en un posible secuestro.
Ese fantasma nunca desapareció, por los antecedentes que había, conocidos con mucha reserva por los habitantes de Caicedo, a quienes de forma velada la guerrilla les "prohibió" cualquier participación en la marcha, aunque algunos desobedecieron y se arriesgaron a salir al encuentro de la multitud, todos con algún distintivo blanco.
Pese al veto, la iglesia local organizó una recepción especial en el parque principal, donde se ofrecería una misa concelebrada con los altos prelados, acto que tuvo que hacerse con los sacerdotes del pueblo ante el retraso de la delegación.
Al caer la tarde, los nervios se incrementaron, a medida que muchas personas hacían el recorrido entre Caicedo y el Vaho y llegaban sin noticias concretas. Nadie se atrevió a dar un parte de tranquilidad, debido a que las horas de espera demostraban que el famosa diálogo se había alargado más de lo presupuestado.
El alcalde de Caicedo, Elkin Restrepo, desesperado, mostró preocupación cuando las explicaciones se le fueron acabando, no sólo por la retención de la marcha sino por lo que pudiera ocurrir con el Gobernador, sus acompañantes y con los demás manifestantes.
En ese momento, los vivas por la paz se callaron, las banderas blancas dejaron de ondear y los cerca de 2.000 pies lacerados se pararon en un silencio absoluto dominado por una inmensa incertidumbre. Poco después, al filo de las 10 de la noche, el delegado internacional y los tres jerarcas de la Iglesia regresaron con la noticia de la retención del Gobernador, el Comisionado de Paz y el capellán.
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